En tiempos del COVID-19: Profesiones colegiadas, profesiones humanas

La práctica profesional conlleva de manera inherente la humanidad, como la capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas. «Lo que es necesario,…

La práctica profesional conlleva de manera inherente la humanidad, como la capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas.

«Lo que es necesario, es posible y tiene que hacerse real». Es una frase de la filósofa y catedrática de ética en la Universidad de Valencia, Adela Cortina. Esta pensadora acude a Aristóteles para reconocer materializado en estos tiempos de crisis mundial, el concepto de la ‘amistad cívica’, esto es, aquella que «existe entre ciudadanos que se saben miembros de una misma sociedad», más allá de fronteras, de clases y de grupos sociales.

En este mismo sentido abunda Javier Gomá, también filósofo y premio de Unión Profesional 2017 quien define la experiencia vivida a propósito del Covid-19 como «traumática» pero también «universal».

Es por ello que debemos considerar esta crisis como una crisis humana, tal y como recomienda Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas: «Hemos visto cómo el virus no discrimina, pero sus impactos sí lo hacen – al exponer profundas debilidades en la prestación de servicios públicos y desigualdades estructurales que impiden el acceso a los mismos. Debemos asegurarnos de que se aborden adecuadamente en la respuesta». Para ello, propone hasta seis recomendaciones con el fin de proteger al mismo tiempo los derechos humanos y el estado de derecho.

En un contexto de peligro inminente para nuestra salud, los países occidentales han actuado como se esperaba: protegiéndose a sí mismos. El cierre de fronteras o la restricción de la movilidad interior ante la amenaza del coronavirus han provocado cierta controversia, llegándose a plantear la merma de derechos humanos como es la garantía de la libertad de movimiento proclamada por la Declaración Universal de Derechos Humanos en su artículo 13.

Fuera de dichas fronteras, aunque hayan desaparecido de los titulares de prensa, continúan existiendo las mismas dificultades, entre ellas los campos de refugiados, donde la llegada del Covid-19 supone una amenaza de gran calado, debido al hacinamiento en el que malvive su población, así como la escasez de medidas higiénicas y atención sanitaria de las que disponen.

 

Necesidad de respuestas universales 

Obligados a permanecer no solo en nuestro propio país sino incluso en nuestra propia casa, «estamos siendo testigos de nuestro empobrecimiento», matiza Javier Gomá, quien también habla de un jarro de agua fría al «exceso de confianza que tenía la humanidad, como especie». Una especie que llegó a creerse que de todo podría ir librándose si el ‘sistema mundo’ que proclamó Wallerstein seguía estando vigente por los siglos de los siglos.

Sin embargo, un virus llegó para destaparnos nuestra debilidad y fue entonces cuando el miedo se apoderó de la especie invencible. Las respuestas de los países, así como los impactos de las mismas, como advierte la ONU, han podido trascender la protección de los Derechos Humanos, inalienables a la persona, sin depender en ningún caso de su origen o lugar en el que circunstancialmente le haya tocado vivir.

Por eso, se hace más necesario que nunca recordar lo que en materia de asuntos humanitarios llevan tiempo reclamando las profesiones colegiadas: la universalización de los servicios profesionales. Sanidad, educación, justicia, son solo ejemplos de servicios que deberían ser garantizados en cualquiera de los lugares del mundo donde habitaran seres humanos, porque resultan ser parte del escudo social del que últimamente tanto se habla.

«Proteger la vida de las personas es una prioridad. La prioridad es salvar vidas, y para ello, el acceso universal a la atención sanitaria es imperativo», considera la ONU al solicitar el acceso universal a la atención sanitaria. Ante la discriminación del impacto de este virus que ya se vislumbra imparable, salvaguardar la equidad parece ser la respuesta más adecuada, reduciendo las desigualdades sociales y protegiendo a los más vulnerables.

Derechos humanos y profesiones son indisociables como lo son profesionalidad y humanidad, dos cualidades inseparables que generan esperanza en un futuro mejor como sociedad

 

Profesionalidad y humanidad

En este sentido, descendiendo a la práctica profesional, vislumbramos la inherencia en su labor diaria de la humanidad, como la capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas. La ‘amistad cívica’ que recordaba Adela Cortina. Hablamos de profesiones humanas al fin y al cabo.

Pensemos en aquellos sanitarios que además de desempeñar su profesión han apoyado emocionalmente a los pacientes ante la imposibilidad de acudir sus familiares a visitarlos; aquellos notarios que han ayudado a redactar testamentos por teléfono; o a aquellos administradores de fincas que han manifestado su disponibilidad para preservar la seguridad vital de los vecinos en las comunidades de propietarios.

La llegada de esta pandemia en un momento en el que todo parecía estar bajo control nos pone a prueba, como señala la presidenta de Unión Profesional y de la Abogacía, Victoria Ortega, como país y como sociedad:«Hay momentos en la vida, en la historia, que nos dimensionan y retan, que nos miden y exponen, tanto como nos apuntalan en nuestra legitimidad y nos refuerzan como pieza indispensable e insustituible en la arquitectura social y constitucional de nuestro país. Y esta es una de esas ocasiones».

Derechos humanos y profesiones son indisociables como lo son profesionalidad y humanidad, dos cualidades inseparables que generan esperanza en un futuro mejor como sociedad, porque el presente nos lo está demostrando.

Esther Plaza Alba. Departamento de Comunicación de Unión Profesional. Coordinadora del Grupo de Trabajo de Asuntos Humanitarios.